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Golpean a mi puerta. Ya están aquí. Me quieren anochecer. Sólo puedo bajar mi cabeza y dejarme arrastrar hacia la soledad, hacia la muerte. No quiero eso...anhelo el sonido del mar rompiendo en las rocas, la arena entre mis dedos, las nubes que pasan y nunca vuelven. Ya están aquí, ya no puedo huír. Es demasiado tarde. ¿Qué pecado cometí para estar en sus manos ahora? Tal vez haya sido atreverme a pensar, a expresar lo que siento, a defender mis ideas y no callar. Siento la férrea sangre en mi boca, creo que no voy a poder oír nunca más el mar, ni sentir la arena y esas nubes que vendrán no podrán ser jamás vistas.

Nunca Más...