Bondivondiván!

¿Quién dijo que viajar en colectivo no es un problema?

En principio, tenés que tomarte unos minutos y descifrar la Guía T para poder saber dónde tomarlo, dónde bajar, de qué color es, qué calles recorre, etc; este paso es evitable en caso de que se trate de un viaje habitual donde prime la costumbre.

Después hay que lograr subir al colectivo que no es tan fácil como parece. Para agregarle un factor desastroso, pongámosle que llueve. Suele pasar que llegás a la esquina y el semáforo no está de tu lado así que ves cómo el vehículo pasa por tu cara como si nada y es en ese momento cuando empezás a replantearte hasta qué punto las máquinas no piensan.

Si por una de esas casualidades, el señor semáforo colaboró con tu rutina diaria, ahora es el señor chofer el que no coopera. El colectivo está parado en la esquina pero la puerta no se abre porque esa no es LA parada! Contás hasta 10, mirás al chofer con tu mejor cara como si no importase, caminás hasta la parada y te dedicas a eternizar esperando. Después de 45 minutos, cuando ya tu paciencia se saturó y comprendes que te hartaste, te das cuenta que no vas a llegar si seguís ahí parado. Es entonces cuando te decidís a llevar adelante una traición, levantás el bracito y sí, parás un taxi! Pero eso no es todo, una vez que te encontrás relajado y cómodo en el asiento trasero del auto, mirás por la ventanilla y ves pasar el colectivo que estuviste esperando!

Pero también puede suceder que logres subir al colectivo y en ese caso los problemas son otros. Por un lado pasar la barrera de la máquina expendedora de boletos la cual a veces se rebela y no toma las monedas porque son truchas. Por otro lado, reafirmando que no es tu día, el último asiento que queda vacío lo ocupa la persona que dejaste pasar mientras buscabas una moneda que la máquina aceptara, así que el único que queda parado sos vos. Por suerte baja alguien y conseguís sentarte pero resulta que lo que había empezado siendo lluvia se transformó en tormenta y lamentablemente justo sobre tu cabeza hay una gotera terrible que te va a torturar por el resto del viaje (siempre y cuando un cascote de granizo no rompa la ventanilla!). “No importa”, pensás, “si ya estoy mojado y dentro de un par de cuadras me bajo” pero no, porque de repente el colectivo cambia de rumbo, la gente se empieza a poner loquita y empieza a preguntar qué pasa…¿qué pasa? La calle está cortada por una manifestación de 30 personas que piden la excarcelación de la famosísima modelo Marcela Brane de la clínica de rehabilitación de Reduce Fat Fast. En esos casos no queda más que esperar lo que depara el futuro; para pasar mejor el tiempo te dedicás a escuchar música en tu reproductor de mp3 y justo cuando Freddy Mercury arranca a cantar con toda la furia mirás la pantallita y ¿qué dice? “Low power” y ahí queda, no hay forma de reanimar las pilas. Con estoicismo te resignas a oír la música del señor chofer y a preguntarte cómo puede ser que habiendo tantas pero tantas bandas elija poner Dalila al mango a las 7 de la mañana!! También, saliendo un poco del autismo de la música, tenés que soportar los diálogos interminables de señoras aburridas o sentir vergüenza ajena cuando el que está sentado en el primer asiento pone cara de boludo o “se queda dormido” justo al ver que sube una embarazada.

Por último y no por ello menos complicado está el tema del descenso. Muchas veces tocas el timbre y no suena y te desesperás pensando que no va a parar y volvés a apretar y sigue sin sonar hasta que te das cuenta que el sonido se transformó en una luz roja a la derecha del volante del chofer! ¿A quién se le ocurre?

A eso hay que sumarle que cuando vas a bajar notás que hay una persona en la puerta pero al llegar a la parada no baja! NO baja! Y así es como el colectivo arranca y vos no lográs bajar a tiempo!

Por eso, amigo, si estás cansado de esperar la teletransportación como posible solución a esta problemática y hablarlo en terapia con Bucay no te sirvió, andá a José Bonifacio 332 que el pastor Bernardo Stamateas va a estar esperándote para orar por tu vida!

"Cero pesos, cero centavos"